
Sin embargo, mi relación con Led Zeppelin comenzó a consolidarse de una manera muy particular: a través de una imaginaria contienda musical entre integrantes de diferentes “tribus”. El campo de batalla: un amplio salón de pool ubicado a metros de la plaza de la ciudad, que se caracterizaba por tener una rockola con una buena variedad de discos, algo poco frecuente por cierto.
Allí acudíamos prácticamente todos los fines de semana con algunos compañeros del secundario, y la disputa en cuestión consistía en ver quién copaba la parada en la valiosa máquina de música. Estaban los que se inclinaban principalmente por el rock nacional (Los Redondos, Sumo, Memphis La Blusera y Soda Stereo a la cabeza), los que tiraban para el lado de la cumbia (Ricky Maravilla, Pocho La Pantera y Alcides figuraban entre sus favoritos) y nosotros, que cada sábado juntábamos las monedas para poder escuchar a todo volumen canciones de bandas como AC/DC, Metallica, Deep Purple, Ramones y Attaque 77, entre tantas otras.

Y entre esos discos de la rockola que no fallaban a la hora de prolongar nuestro momento de disfrute en el pool sobresalía el cuarto álbum de Led Zeppelin: el del enigmático viejo en la tapa.
Y es que más allá de su duración, siempre resultaba fantástico dejarse llevar por joyitas como “When the levee breaks”, “The battle of evermore” o la hiperclásica y conocida por todos como “Escalera al cielo”.
Así comencé a explorar la diversidad musical que Robert Plant, Jimmy Page, John Paul Jones y John Bonham desplegaron a lo largo de su discografía. Así arrancó mi historia con Led Zeppelin, una banda que resulta obligatoria para quienes disfrutan del buen rock.
Robert Plant en 5 canciones
1- “Communication breakdown” (“Led Zeppelin”, 1969)
2- “Babe I’m gonna leave you” (“Led Zeppelin”, 1969)
3- “Since I’ve been loving you” (Led Zeppelin III”, 1970)
4- “Stairway to heaven” (“Led Zeppelin IV”, 1971)
5- “Kashmir” (“Physical graffiti”, 1975)
Fernando
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