jueves, 6 de julio de 2017

Hace 25 años, Megadeth iniciaba la cuenta regresiva hacia la extinción

Dicen que una cosa lleva a la otra. Y yo llegué a Megadeth a través de Metallica.
Durante un buen tiempo, mi vinculo con la banda de Dave Mustaine se ajustó al CD “So far, so good… So what!” (uno de los primeros compactos originales que tuve) y un casete pirata titulado “Tornado of souls”, que tenía un sonido casi tan precario como su tapa color.
Pero al comprarme el “Countdown to extinction”, me encontré con una obra súper pulida, grabada por cuatro tipos que claramente estaban atravesando un gran momento musical. Tiempo después caí en la cuenta que se trataba de la formación más emblemática de Megadeth: David Ellefson, Marty Friedman, Nick Menza y el mencionado Dave Mustaine. 
El ritmo vertiginoso y filoso de sus canciones fue lo primero que me enganchó de la placa, sumado a lo profundas y críticas que me resultaban sus letras. Además, como atractivo extra, el álbum tenía una de las mejores portadas que había visto hasta aquel entonces.  Las diferencias con el grupo encabezado por James Hetfield y Lars Ulrich eran notables: si la música de Metallica se asemejaba a un mazazo en la cabeza, la propuesta de Megadeth representaba una certera puñalada en el pecho con algún objeto tan incisivo como mortal. Imposible resistirse a la energía y los ritmos acelerados de “Skin o’ my teeth”, “Architecture of a aggression”, “Sweating bullets” y “Ashes in your mouth”, por nombrar sólo algunos.    En definitiva, con los 11 temas que componen el disco, la filarmónica del Colorado dejaba bien en claro que más allá de lo amenazante que pudiera resultar el movimiento grunge a principios de la década del ‘90, el heavy metal gozaba de muy buena salud en todo el mundo. Y para confirmarlo, solo bastaba con escuchar los trabajos editados en esos años por artistas de la talla de Judas Priest, Ozzy, Iron Maiden, Metallica y Pantera, entre otros.
Fernando



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