Hace exactamente 43 años, Black Sabbath continuaba cimentando las bases de la música pesada con el lanzamiento de “Vol. 4”, uno de los tantos picos altos de su extensa discografía. Si bien es cierto que los seis primeros álbumes de la Bruja Negra son de escucha obligatoria, considero que esta cuarta entrega tiene a Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward en su máximo esplendor, algo que se percibe en cada una de las 10 canciones registradas: “Wheels of confusion”, “Tomorrows dreams”, “Changes”, “FX”, “Supernaut”, “Snowblind”, “Cornucopia”, “Laguna sunrise”, “St. Vitus dance” y “Under the sun”.
Aunque carece de “éxitos” inmediatos como “Paranoid”, “War pigs”, “Children of the grave” o “Iron man”, “Vol. 4” se caracteriza por ser una obra exquisita de punta a punta.
En algo más de 40 minutos, Sabbath te pasea por diferentes paisajes sonoros, siempre cubiertos por ese manto de oscuridad y densidad que con el tiempo se transformaría en su marca registrada y sería tomado como influencia por cientos de bandas. Incluso su portada fue imitada en más de una oportunidad, tal como hicieron Sleep o Pantera. Entrevistado hace un par de años en el programa de radio norteamericano “In the studio: The stories behind history’s greatest rock bands”, Ozzy Osbourne confesó que “Vol. 4” fue producido en una época muy dura para Black Sabbath. “Lo que pasó conmigo y la banda fue que, en un principio todos teníamos un propósito, pero mientras avanzamos, esa cosa inevitable llamado ego apareció. El hecho es que el éxito te cambia. Me afectó. Yo estaba lleno de cocaína. Esa cosa te hace hablar la mayor cantidad de mierda. No debía de haber ningún problema más en el mundo, ‘porque todo lo resolvíamos en el baño de un hotel con una bolsa de ese polvo blanco.’”
Fernando
Las Ruedas de la Confusión
Hace tiempo vagaba con mi imaginación
por la tierra de los cuentos de hadas.
Loco de felicidad no sabía lo que era el miedo.
La inocencia y el amor era lo único que conocía.
Era una ilusión.
Pronto, los días fueron convirtiéndose en años.
La felicidad no llegaba tan fácilmente.
La vida era algo más que cuentos de hadas y fantasía.
La inocencia era sólo otra palabra.
Era una ilusión.
Perdido en las ruedas de la confusión.
Atravesando valles de lágrimas.
Los ojos llenos de rabia y desilusión.
Me ocultaba en el temor cotidiano.
Así descubrí que la vida es sólo un juego
en el que nunca ha habido un ganador.
Pones todo tu empeño, sólo para ser un perdedor.
El mundo seguirá girando cuando te hayas ido.
Sí, ¡cuando te hayas ido!
Sí, ¡cuando te hayas ido!
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